teismo, deismo, panteismo.

Recordémonos a nosotros mismos la terminología. Un teísta cree en una inteligencia
sobrenatural que, en añadidura a su principal trabajo de crear el universo en primer lugar, todavía
está por ahí para supervisar e influenciar el subsiguiente destino de su creación inicial.
En muchos sistemas de creencias teístas, la deidad está íntimamente involucrada en los
asuntos humanos. Él responde plegarias, perdona o castiga pecados; interviene en el mundo
haciendo milagros, se preocupa por las buenas y las malas acciones; y sabe cuando nosotros las
hacemos (o hasta cuando pensamos hacerlas). Un deísta; también, cree en una inteligencia
sobrenatural, pero en una cuyas actividades estuvieron confinadas en primer lugar, a establecer las
leyes que gobiernan el universo. El Dios deísta nunca interviene después, y ciertamente no tiene
un interés específico en los asuntos humanos. Los panteístas no creen en lo absoluto en un Dios
sobrenatural, sino que usan la palabra Dios como un sinónimo no-sobrenatural de naturaleza, o del
universo, o de la legalidad que gobierna su funcionamiento. Los deístas se diferencian de los
teístas en que su Dios no responde plegarias; no está interesado en los pecados o confesiones; no
lee nuestros pensamientos; y no interviene con caprichosos milagros. Los deístas se diferencian de
los panteístas en que el Dios deísta es alguna forma de inteligencia cósmica; en vez del metafórico
o poético sinónimo del panteísta para las leyes del universo. El panteísmo es un ateísmo más
sexualmente atractivo (sic: sexed-up). El Deísmo es un teísmo diluido.

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